[Escrito mínimo (473p.) de la Parte V de El viaje]
-De cómo mantienen la paz dos pueblos que disputan un territorio-
Al llegar a tierra de empáticos creí que pasaría tiempos tranquilos.
La mitad de la población estaba entregada a sus celebraciones religiosas y la otra mitad mantenía distancia, respetuosa, atendiendo sus propios asuntos.
Pero la paz que se respiraba era producto de una tregua impuesta por la tradición.
Apenas se acabaron las celebraciones empezaron las protestas. Protestas en contra de algunas reformas menores que se realizaron durante el receso religioso de uno de los parlamentos que conforma el congreso.
Pues la susodicha tregua es con respecto al quehacer diario, no con asuntos legales ni de estado y gobierno. Es normal que la gente siga con sus trabajos, que los políticos intenten amasar más poder, que intenten imponerse en cualquier ámbito como (en este caso) al reformar el reglamento interno de uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad santa, reglamento que define horarios, ritos, vestimentas, parafernalia en general.
Sólo variaba parte del protocolo pero era visto como el primer paso para ir por algo más, lo cual era cierto, nadie lo negaba.
Era previsible que se haría alguna reforma menor (quienes protestaban no parecían molestos en demasía), así mismo era previsible que se organizara una protesta en defensa de las tradiciones. Tal rifirrafe era parte misma de la tradición.
De hecho la protesta era innecesaria. A las pocas horas de que la reforma entrara en vigencia ya había sido vetada por el consejo de conciliación binacional, ente superior que existe con tal finalidad: Imponer principios de tregua.
Por tradición dicho concejo siempre ha de estar conformado por igual número de miembros de cada una de las dos partes, por lo que su elección es algo más complicada y dilatada:
Cada siete años se realizan votaciones cruzadas de apoyos múltiples, cada elector puede apoyar a cuántos quiera de los candidatos de la contraparte (quedando así excluidos los extremistas, aquellos con tendencia a confrontar).
En la misma jornada los ciudadanos seleccionan los candidatos para la siguiente votación. Ello también se hace con votaciones de apoyos múltiples de entre los diputados de sus respectivas asambleas con más tiempo de servicio, registro encomiable dado que hay múltiple formas de desaforar parlamentarios.
Después de quedar seleccionados, y mientras se da la próxima votación, los candidatos siguen ocupando sus curules pero además (y en especial) pasan a ser elegibles para integrar la directiva del parlamento o presidir comisiones.
Lo cual compromete su elegibilidad al consejo ya que tendrán que demostrar posturas de gobierno con decisiones trascendentales.
Lo más probable es que quienes estuvieron involucrados en el último intento de reforma nunca lleguen a ser miembros del consejo de conciliación.
Tal vez creían que ya no lo serían y por eso remaron en contra.