Déspotas

Son siete las naciones donde impera y se venera el uso excesivo de fuerza simple y bruta. Aquí los escritos con los aspectos más característico de cada cual.
(La numeración de los capítulos corresponde al orden cronológico de nuestro viaje)

Capítulo 01

Donde se describe una nación de déspotas tradicionalistas

Llegada a un lugar hostil (Pb)

(índice)

Llegamos en medio de una guerra. Tuvimos que esperar en la frontera de esa nación (la más hermética) hasta que hubiese un cese al fuego.

Cualquier lector de estas líneas dirá que no debimos ir mientras durara la guerra pero eso era, y es, imposible: Aquella nación siempre está en guerra. Y si se logra coincidir con un periodo de tregua general (un mes por década a lo sumo) es más peligroso aún pues la tensión se incrementa y cualquier forastero puede servir como el chivo expiatorio necesario para la siguiente ofensiva, sin importar credenciales diplomáticas ni salvoconductos.

Esperamos varios días en la frontera, días tensos en los que recuerdo no poder dormir. Cuando cesó el combate en la zona entramos como parte de una delegación internacional que buscaba un acuerdo de paz y llevar ayuda humanitaria.
Recuerdo que yo no quería entrar, recuerdo haber preguntado a mis padres por qué no evadir esa nación. Me dijeron que sería visto como una afrenta, que los principales pretextos en esas guerras se basaban en resentimientos por nimiedades.
La comitiva iba escoltada por guardias del bando “gobernante”, que más que gobernar controlaba el territorio sin prestar mayor atención a sus habitantes. La tensión era palpable, cualquiera podía ser un espía, un infiltrado, un atacante suicida.

La guerra se debía a una revolución, no recuerdo si restauradora o reformadora, sólo recuerdo que íbamos por zona neutral y nombraron a los miembros del bando a la izquierda y a la derecha, sin explicarnos sus diferencias. No indagamos (eso podía ofender a los anfitriones).

De una revolución a otra (Cg)

(índice)

Lo que mejor recuerdo de aquellos días es la vista desde las afueras del fuerte donde residimos, una vista de varios kilometros a la redonda.
Al llegar nos señalaron los campos recién disputados, fáciles de ubicar en la distancia por las humaredas que los cubrían. Nos señalaron el bando de la izquierda y el bando de la derecha, designaciones obsoletas, sin contenido, sin límites claros, sólo útiles para autocatalogarse y definir a quién se quiere de enemigo, si se es militante, o para catalogar a otros y decidir a quiénes aceptar en el propio bando, si se es jerarca.

En aquella nación no hay un método de traspaso de poder establecido. Sólo existe lo práctico, lo hecho, lo demostrable: si un déspota controla un territorio, por ejemplo, debe poder disponer de él cuando le plazca; si controla a sus seguidores, estos deben cumplir sus órdenes sin dudar ni mucho menos preguntar.

Los déspotas hacen continuas demostraciones de fuerza: Encarcelan personas al azar y esperan atentos: ¿Alguien se atreve a protestar?; Limitan el suministro de bienes básicos, ¿alguien se atreve?; Suspenden los servicios básicos, ¿alguien?
Presionan hasta que haya quien se atreva, reprimen tal atrevimiento, presionan aún más a su entorno y, demostrado el punto, relajan la soga para el resto.

Hacen todo eso como por instinto, tal vez por tradición, en todos los niveles, desde el nacional hasta el residencial. Lo hacen sin un estudio cierto de posibles consecuencias o escenarios. Lo hacen hasta que se les pasa la mano, hasta que presionan la tecla incorrecta, hasta que estalla una nueva revolución que promete mano dura, guillotina, pero sólo para los abusadores, para quienes han abusado de la confianza dada.

Que promete restablecer la justicia por medio del terror, por medio de continuas demostraciones de fuerza; lo cual hacen, hasta que se les pasa la mano…

Luchando desde la infancia (CE)

(índice)

Allí el despotismo impera en todos los niveles, hasta en el más íntimo.
En cada familia o, mejor dicho, en cada residencia manda una matrona. No existe término tal como familia, se evita el desarrollo de cualquier tipo empatía con la descendencia. Demostrar afecto es símbolo de debilidad y puede ser penado con el destierro o, más fácil, con la muerte.

Las crías son arrebatadas de sus progenitoras al nacer, si es que éstas no las abandonan antes, y son entrenadas para la guerra (niñas y niños por igual) en residencias comunitarias, pudiendo ser intercambiadas o comerciadas con otras residencias si así lo desee la matrona.
Se suelen organizar cruentos combates públicos entre jóvenes de todas las edades (eventos a los que no nos atrevimos a ir). Allí cada cual demuestra su valía: los mejores combatientes son reclutados; los demás pasan a hacer labores productivas, que son consideradas despreciables.

Las mujeres más aguerridas, además, son quienes se convertirán en matronas, con el derecho a seleccionar a los mejores sementales para procrearse. En la antigüedad existía la creencia de que las semillas se mesclaban en el vientre por lo que a mayor variedad, mejor fruto.
(En la actualidad dicha práctica se mantiene para que los verracos no tenga certeza de cuáles son sus descendientes)

Están prohibidas, bajo pena de muerte, las relaciones reiteradas entre una misma pareja por más de un ciclo.
Queda claro que no hay relaciones afectivas, sólo las hay de mando-obediencia.

Sentencia ejemplarizante (Sj)

(índice)

Hubo algunos días de calma durante nuestra estadía, más por distracción que por buena voluntad.
Todos estaban a la expectativa por un juicio particular en contra de un déspota que, hasta ese momento, había logrado resistir en rebelión al poder central.

Al preguntar cuántos años de cárcel sería el máximo de la condena. Me dijeron que la pena sería de muerte y, agregaron con sorna por mi ingenuidad, que allí no había cárceles.
No fue necesario indagar demasiado para enterarme que casi la única sentencia posible es de muerte, que el dilema después de la condena es qué tanto merece sufrir el culpable.
La muerte en sí misma no es castigo.

Entre déspotas nadie aprecia la vida en demasía, ni la ajena ni la propia. No temen perderla. Lo que explica en parte el descuido general en sus días, los riesgos innecesarios que asumen hasta en las tareas más rutinarias, la disposición a pelear por nimiedades hasta las últimas consecuencias, hasta más no poder.
“Es más honorable recibir una paliza que (parecer) eludir una pelea”

No existen leyes, las decisiones del déspota son toda la jurisprudencia, y ésta es ignorada sin problema.
Las penas se deben sufrir en vida. Para ello existe gran variedad de torturas (perfeccionadas a lo largo de los siglos), que se ajustan a las debilidades de cada condenado.

En aquella oportunidad todos sabían que el acusado moriría, y a nadie le importaba, ni siquiera a él mismo. Lo significativo estaba en qué tan cruel sería el déspota en su mensaje.
La condena fue a una de las peores torturas (no quise saber detalles). Se podía prever una venganza devastadora.
No habría contemplación. Guerra a muerte. Tendríamos que elegir bando.
Huimos de inmediato.


Capítulo 04

Donde se describe una nación de déspotas autosometidos a la prolificidad

Llegada de las treguas (Cs)

(índice)

Cuando llegamos, aquella nación estaba en paz y tranquilidad, al menos para estándares déspotas. 
Fuimos escoltados hasta la capital pero no parecía necesario, la distensión era tan evidente que creí que mis padres habían cambiado el itinerario de viaje.

Pronto me enteré de lo que pasaba. La nación estaba en tregua, el déspota al mando ya era abuelo de manera oficial. Su tercer nieto había cumplido hace algunas semanas los siete años y eso le daba derecho a la tregua.
La ley suprema, de honor, que surgió entre aquellos déspotas establece que cuando uno de ellos se convierte en abuelo tiene derecho a vivir en paz, en tregua, hasta su muerte o hasta que él mismo lo desee, y la rompa.

Cuando me enteré de ello, y por lo que había visto hasta el momento, lo primero que se me ocurrió fue que su estrecha relación con la nación de los abuelos los había civilizado. Pero esa idea se desvaneció cuando supe que la pena por romper esa ley repercutía en las tres generaciones más jóvenes de la familia del culpable, pudiendo significar hasta la muerte si había complicidad.
Solo quien disfruta de la tregua puede decidir su finalización sin previo aviso, pero después de ello no podrá volver a disfrutarla por el resto de su vida, ni él ni sus hijos ni sus nietos.

La lógica detrás de esa ley fundamental es simple, es una adaptación de la aviacrática:
Quienes tienen más nietos procuran que sólo haya la violencia necesaria, son más justos.

Huidas y secuestros (LH)

(índice)

Los orígenes de la nación son inciertos.
Cuenta la leyenda (algo cientificista) que fue establecida por un conjunto de mujeres déspotas incentivadas por ancianas poderosas de una nación vecina. Esas ancianas buscaban tener influencia en un pueblo aguerrido y ofrecieron un servicio de parteras en medio de una crisis sanitaria para infiltrarse, para convencer a las madres inconformes que podrían conservar a sus hijos, que sólo debían huir poco a poco y establecerse en un territorio inexplorado y de fácil defensa.

Así lo hicieron. Nadie las echó de menos (entre déspotas si alguien no aparece se asume que ha muerto; nadie añora). Luego empezaron a secuestrar a los guerreros más fuertes y hábiles, los seducían hasta quedar fecundadas y después los mataban.
En ocasiones usaban un veneno afrodisíaco llamado súcubo, que aumenta la lascivia de los hombres hasta terminar con sus vidas entre cinco y siete semanas después de consumido por primera vez. (Según investigaciones antropológicas recientes ha sido usado desde la antigüedad)

Poco a poco creció la comunidad, hasta que tuvieron suficientes guerreros manipulables, hijos, que pudiesen protegerla.
De ellos los que fuesen dignos podían ir a buscar (raptar) pareja (vientres) en las otras comunidades despóticas y quienes llegasen a tener nietos serían respetados y honrados. Tendrían derecho a morir en paz, a una tregua de por vida, a menos que no lo deseasen.
En algún momento esa comunidad creció demasiado, siendo evidente su progreso y los recursos que consumían, surgiendo disputas locales con sus vecinos cada vez más violentas. Desatándose la primera guerra de secesión.

Por autosometimiento (Sc)

(índice)

Me sorprendió cómo las treguas en este pueblo de déspotas son acatadas en todos los niveles.
Cualquier sujeto promedio que se convierta en abuelo pasa a recibir protección del estado y de la sociedad en pleno, para él, su familia, su casa, sus bienes, sus tierras. Todo lo que tenga y lo que controle, desde distritos o pueblos hasta provincias y la nación misma.
Después de ser reconocido como abuelo (con el respaldo de las abuelas vivas de sus nietos) ya no puede expandir su territorio ni atacar a sus enemigos. Debe dejar el pasado atrás, a menos que quiera romper la tregua y perder el privilegio en adelante.

Lo más alucinante que recuerdo son las historias de infanticidio. Es común que un déspota no quiera obtener el estatus de abuelo hasta no alcanzar sus objetivos de expansión y poder, y hace lo que sea necesario para sincronizar los eventos. (Esos infanticidios ni siquiera se consideran delitos.)
Con ello se me hizo claro que, a pesar de la importancia de ser abuelo, allí sólo aprecian a sus nietos si son útiles para sus planes o para sus egos. Siguen los mismos principios que cualquier otra sociedad despótica, tanto al ejercer el poder como en la crianza, y sus luchas, o en el sistema de justicia (de torturas).
La única gran diferencia es ese repentino sometimiento autoimpuesto cuando el mandamás es ratificado como abuelo y el poder que adquieren las mujeres a raiz de ello, por medio de sus nietos.

Una tregua nacional como la susodicha ocurre una o dos veces por generación y si lo presenciamos fue porque mis padres empezaron a planear nuestro viaje, entre otras cosas, al enterarse de la llegada al poder de un déspota con tendencia a buscar la paz y ya cercano a ser abuelo.
Actuaron con rapidez, mis padres, pues tal estado suele durar muy pocos años. Siempre gana el deseo del déspota por perpetuarse a través de hijos y nietos o de las abuelas de gozar de un poder más directo, para lo cual se debe reformar las instituciones y, con ello, romper la tregua.

Además, para ser claros, no hay nada más aburrido para un déspota que esa dichosa paz.


Capítulo 09

Donde se describe una nación de déspotas que dividen para controlar

Como quiera en su reducto (Sf)

(índice)

Tienen la noción de que sus connacionales son rebeldes por naturaleza, que sólo contradicen la voluntad del más fuerte por instinto, casi por entretenimiento, como un mero pasatiempo.
Es natural que siempre haya alguna rebelión, dicen despreocupados, Si aplastas una surge otra de inmediato, como un cuero seco cuando lo pisas por un lado y se levanta por el otro.

Solución: Si no se puede controlar todo el territorio como conjunto, hay que hacerlo por pedazos.
Así, quien se hace llamar presidente deja que déspotas locales se hagan del control informal de pequeñas parcelas y nombra protectores en cada región para que le informe cuándo alguno intente expandirse más de lo debido.

Sólo en ocasiones hace demostraciones de poder en contra de quien considere más peligroso, cuidándose de no gastar demasiadas fuerzas en ello. Por lo general deja que cada quien actúe como quiera en su reducto… que defienda su posición de quienes se sublevasen, que divida su territorio en parcelas más pequeñas, como es tradición, haciendo demostraciones de fuerza ocasionales contra quienes considera más peligrosos pero dejando a cada quien que actúe como quiera en su reducto…

Así pasa en cada nivel, con cada individuo, residencia, vecindario, distrito o provincia, cada cual gana su posición, define su territorio según su fuerza y, sobre todo, según su crueldad. Es la ley de la selva, no sólo el deseo de imponerse por la fuerza bruta a todos cuantos pueda sino, más aún, el deseo de que nadie en particular mande por debajo suyo, que no haya paz.

Esta libertad aglomeró una gran variedad de gobiernos locales, cada cual con sus propias políticas económicas y sociales, con fortalezas y debilidades, haciendo que siempre haya algún polo de desarrollo, que siempre haya alguna región lista para prosperar ante un cambio brusco del entorno, de la situación geopolítica internacional.
Después de que se hace manifiesta esas fortalezas prexistentes, el déspota-presidente la toma a la fuerza antes de que se desarrolle demasiado y quiera la independencia. La toma y saquea sus riquezas en nombre del bien mayor, en nombre de la patria.

Vacuna del desprecio (ID)

(índice)

Parte de ser déspota está en demostrar que lo eres, que puedes someter a quienes están en tu territorio.
La forma más simple, y beneficiosa, de demostrarlo es imponer el pago de un tributo: La vacuna (conocida así porque mantiene al lacayo inmune de los arrebatos coléricos del déspota).

Este tributo se aplica a discreción en todas las naciones despóticas, desde las más tradicionalistas hasta aquellas con votaciones populares recurrentes. El mismo no está descrito en ninguna ley, no se aplica de manera coherente ni constante, sólo surge al capricho del déspota.
En una ocasión vi de cerca cómo fue cobrado por simple desprecio a los trabajos productivos. Ese déspota en particular parecía tener entre envidia, por no poder producir por sí mismo lo que tomaba, y desdén por la incapacidad del lacayo para defender lo propio.

La vacuna se suele cobrar en bienes tangibles. Los déspotas no confían en dinero ni en promesas de pago.
Cada quien extorsiona o saquea a quien puede, a quien le produce más rédito con un menor esfuerzo. Desde el déspota nacional, que tiene los medios para extorsionar a los jefes de cada provincia, hasta la matrona en su residencia o el abusador de una calle, que saquea y vandaliza comercios y residencias hasta que es linchado.
Es usual que haya migraciones en las que se huye de un déspota local demasiado agresivo, en las que cada quien se establece donde estén las condiciones que está dispuesto a tolerar.

Hay tantas políticas de vacunas como regímenes locales, como déspotas con ambiciones. Algunas vacunas son crueles y despiadadas, otras más crónicas y recurrentes.
Si bien el objetivo principal es demostrar poderío, más vale hacerlo con un mínimo de disimulo. Si un déspota superior conoce de las ganancias obtenidas…

Relación de obediencia (Pp)

(índice)

El coronel llama a alguien. Le da una orden.
No se oye respuesta, se siente la duda.
El coronel, con ira contenida dice: No me importa cómo lo hagas, sólo hazlo.

Esa escena la presencié una y otra vez durante nuestra estadía.
Ocurría en toda clase de situaciones y horarios. A veces era convocado algún soldado raso, otras quizá un teniente, siendo invariable que la orden dada parecía estar fuera del alcance del subordinado, que éste iba a tener que ir más allá de sus atribuciones para conseguir lo deseado.
Esa escena retrata la estructura de poder entre déspotas, sin consensos, sin alianzas, sin estrategias. Sin relaciones filiales ni partidistas, sólo presente el mando y la sumisión.
Se es enemigo o subordinado. Se es de izquierda o de derecha según a quién se obedezca o a quién se haya traicionado. Querer ser independiente es convertirse en paria, es traicionar al sistema.

Entre déspotas no se permiten opiniones. Ni siquiera existe el ámbito, mucho menos los medios, para expresarla.
Sólo existen órdenes. Lo único que se puede hacer para mostrar desacuerdo es negarse a cumplirlas, pero nadie preguntará por qué y el rebelde deberá huir o aceptar el castigo correspondiente.
Las opiniones parecen intrascendentes. Las políticas públicas, por ejemplo, surgen del capricho (diríase del instinto) del déspota que las pueda hacer cumplir, sin razonamientos, dogmas, objetivos ni excusas.

El susodicho coronel estaba a cargo del fuerte donde residíamos. Era un hombre ya mayor, aguerrido pero campechano, en ocasiones, con tendencia a referir sus vivencias. Pero sólo eso y nada más, no hablaba de política ni emitía opiniones: sólo refería sus historias, sus decisiones, sin especificar motivos ni permitir preguntas.
Según él, las decisiones deben ser tomadas por instinto. Si una orden recibida no aclaraba cómo, cuándo o dónde debía ser ejecutada, dejaba que actuara su intuición: Sin pensarlo mucho, decía.
Al único planteamiento que nos respondió fue:
-Si cada quien sólo ejecuta órdenes de un superior ¿Quién ordena al presidente?
-Sus circunstancias -fue todo lo que dijo, ensimismado.


Capítulo 16

Donde se describe una nación de déspotas que evangelizan y purifican

La revolución espiritual (Pg)

(índice)

Al inicio, en una provincia, el déspota dejaba que cada quien hiciera lo que quisiera en su reducto, así como lo dejaban a él hacer lo propio.
Creía en una fuerza superior brutal, en un dios castigador, vengativo. Por eso cuando algún súbdito parecía disentir esgrimía razones religiosas para atacar, para motivar a los suyos a atacar.
Con cada arremetida se sorprendía más del entusiasmo que inspiraba, cada vez aumentaba más su confianza en el apoyo recibido.

Un día decidió atacar y conquistar (purificar y evangelizar) zonas aledañas.
Desde entonces el mandamás de esa nación ordena inquisidores que actúan en nombre de Dios, que purifican territorios corrompidos.
Cada inquisidor tiene control total sobre la zona que se le asigna pero deben retirarse después de cumplirse un tiempo preestablecido: Su alma debe descansar del contacto directo y continuado con el maligno, dice el dogma.

Los inquisidores en su primera misión sólo duran siete meses, en la segunda 17, en la siguiente tres años y luego siete. La quinta misión está estipula de 17 años pero, por lo general, nunca terminan la cuarta, nunca finalizan su decimotercer año de apostolado.
Dichos periodos son inalterables, son parte del mandato divino que define su religión, son lo que mantiene a raya al maligno, lo que da algo de coherencia al caos.
Incluso el mandamás debe someterse a ellos, debe hacer retiros espirituales, pedir a Dios que le ilumine, verificar lealtades. Debe hacerlo o los inquisidores de mayor rango irán a por él, desatándose una guerra santa donde él será el único perdedor garantizado.

Los inquisidores que demuestran lealtad son asignados a los territorios más importantes pero si alguno intenta aferrarse al poder es porque fue poseído por el demonio y debe recibir un castigo acorde.
(En esta nación es donde la justicia despótica es más formal, y más cruel, con todo tipo de torturas y tormentos.)

La revolución espiritual es continua, cíclica, una vez purificada una región se emprende la marcha sobre territorios que se descuidaron y se deja en manos de Dios la región recién recuperada.
Siempre hay un lugar sagrado que rescatar, una región que purificar y otras que se pierden.

Invasiones benefactoras (Gc)

(índice)

El rumor era cierto:
Un inquisidor mayor abandonaría su tercer apostolado e invadiría, junto a sus hombres más cercanos, una región desatendida de una nación vecina (también de déspotas), una región semiárida, empobrecida por años de mala gestión.

Al principio (de nuestro viaje) no comprendía cómo los déspotas podrían progresar despreciando las labores productivas y, más aún, las académicas.
Hasta ese momento había sido un enigma para mí cómo hacían para solventar los asuntos cotidianos más simples: Nunca había oído mencionar organizaciones de algún tipo que tratara tales asuntos, y es que ni siquiera veía los motivos que podían tener para hacerlo. De seguro no sería para ayudar al prójimo ni al conjunto de la sociedad.

Los inquisidores, además de purificar territorios expulsando los malos espíritus, también se encargan de mejorar las condiciones de vida de los fieles para que el maligno no halle tierra fértil a la cual aferrarse.
Dicho inquisidor desertor había hecho carrera evangelizando zonas desérticas, tenía una especial habilidad para hallar y explotar acuíferos y, más importante aún, para someter a grandes poblaciones manipulando la distribución de agua.
Por eso decidió retirarse a donde pudiese usar el entorno a su favor. Un lugar que estaba a punto de perder grandes cosechas por falta de agua, cuya infraestructura había sido destruida por sucesivas guerras y que tendría que ser abandonado en masa si no se hacía nada al respecto.
Los lugareños no se opusieron a la invasión, aun conociendo la cruel fama del mandamás. Tal era la desesperación.

Ahora, ya pasados varios años de aquellos sucesos y sabiendo un poco más de déspotas, se me hace difícil estimar la cantidad de vidas que salvó, no sólo por la hambruna que evitó, sino por el ciclo de guerras qué tal situación extrema hubiese generado.
Vale la pena aclarar que no lo hizo por benevolencia, después de asumir el control se olvidó de todo precepto religioso, impuso su ley y gobernó sin compasión sobre quienes quisieron habitar la región.

Su llegada no significó el fin de las sequías: Es bien sabido que desde aquel momento todas las sequías que hubo fueron inducidas.

Eliminando los escollos (Ar)

(índice)

Hay entre déspotas un movimiento subterráneo, pacifista, pasivo. Por todos conocido, por nadie temido. Capaz de mantener el equilibrio político de sus naciones.
Dicen que son muchos, que están por todas partes, pero nadie se atreve a decir un número, ni siquiera ellos mismos: No se reúnen ni siquiera se conocen, sólo pueden intuir cuántos son por los rastros que dejan, pues entienden la forma de actuar de sus iguales.

Mis padres me cuentan que es común que se acerquen a los diplomáticos en busca de solidaridad, o al menos de consejo. Suele ocurrir en todas las naciones de déspotas pero sobre todo en ésta, la más moralista.
Y así pasó, algunos de ellos buscaron a mis padres, hablaron con ellos, uno por uno. Nunca he sabido que temas trataron pero supongo que no fueron muy agradables.
Tal vez empezaron discutiendo cuáles dirigentes eran más nocivos y por qué.

La única forma que tienen de alcanzar la representis, la mayor representatividad posible, es depurando los déspotas menos beneficiosos, que aportan menos al sistema.
Lo hacen poco a poco, sin alboroto. No atacan al mandamás, se desataría una guerra sucesoria. Atacan a sus allegados, a aquellos que consideren más nocivos.
Siempre hay dudas de cuál debe ser el siguiente. En principio actúan por instinto, con pequeñas dosis, haciéndose necesario que muchos de sus pares hagan lo propio para que se vea algún efecto específico, para saber que se ha elegido bien. Necesitándose la colaboración de tantos más para alcanzar la meta final, para mejorar un poco la representatividad de la cúpula con un mal déspota menos.

A nadie parece importar, tal vez porque no provocan grandes combates.
La mayoría de los déspotas gobernantes no creen en venenos ni en conspiraciones, no creen que puedan morir por algo que comieron o bebieron. No sienten ninguna curiosidad ante muertes repentinas, sólo creen en lo evidente, en los ataques directos, físicos, brutales
Por eso nadie tiene miedo a ese grupo de déspotas.

Si bien son pacifistas, lo son en términos despóticos. A veces para reducir la violencia hay que usar violencia, dicen: Liquidar al individuo más agresivo de un lugar aumenta la paz.


Capítulo 26

Donde se describe una nación de déspotas con votaciones recurrentes

Merodeadores habituales (MP)

(índice)

Llegamos a una nueva nación de déspotas junto a unos caminantes que decían huir de una gran hambruna.
Estaban famélicos, desesperados, pero aun así mantenían su actitud combativa. Que fuesen más débiles que sus gobernantes, que en ocasiones huyan de estos, no los hace menos déspotas. Siguen siendo despiadados siempre que pueden.
Por ejemplo vi cómo para ellos era inaceptable desperdiciar alimentos y recursos en sus miembros más débiles, pues debilitan al grupo: De llegar una confrontación esos miembros serían un estorbo y su existencia habría evitado que los demás se alimentasen bien.

Tal vez ésta es la nación con más migración porque todos se quieren aprovechar de ella, la ven como la más timorata, como la que tiene el gobierno más endeble. Es donde el estado interfiere menos en asuntos privados, donde hay menos ataques fortuitos.
Allí los líderes locales suelen organizar consultas populares acerca del desempeño del gobierno no para saber la opinión de la población, sino como medio para probar su fuerza, para probar que puede obligar a participar a todo al que esté en la zona. Un método muy benigno en comparación con otras naciones.
Pero, de hecho, esta nación no es tan endeble: Es la que menos ha sido invadida y durante menos tiempo en cada ocasión. Es la más compacta y organizada, con mayor capacidad de respuesta. Es la única con los medios para permitir la llegada masiva de extranjeros sin que se desaten batallas territoriales a su paso.
Parte de su crecimiento se debe a la llegada constante de migrantes, de mano de obra barata, que no tarda en ser explotada.

Las migraciones de déspotas suelen ser invasiones, en unas ocasiones son hordas en “búsqueda de vientres”, en otras se dicen “benefactoras” o son un simple reacomodo territorial. Las mayores migraciones son las de los grandes ejércitos buscando sustento, buscando tierras productivas de donde tomar sus alimentos.
En cada uno de esos casos se da en torno a un líder que ofrece alternativas a problemas puntuales.

Estos caminantes formaban parte de una gran multitud que iba saqueando los pueblos a su paso en la nación vecina. Bordearon varias urbes hasta que se dispersaron al no lograr invadir una pequeña ciudad fronteriza que parecía desguarnecida.

La mayoría de los posibles líderes murieron, las masas fueron esparcidas en varias ciudades.

Unas votaciones forzadas (Vc)

(índice)

Nadie le da real importancia a las votaciones, al menos nadie con poder de mando, al menos no por sentir que la voz del pueblo tenga relevancia.

Entre ellos dicen que el sistema sólo sirve para calmar los ánimos, para que el pueblo sienta la presencia del poder, para que sienta que se le toma en cuenta.
Cuando un líder local quiere demostrar su fuerza, la forma más eficaz es organizando votaciones: Es algo común, donde cada quien sabe lo que tiene que hacer, por lo que es fácil provocar e identificar a posibles rebeldes.

Las votaciones siempre se realizan en un solo lugar, una plaza pública por lo general, donde las personas son convocadas a una hora específica, siguiendo un orden estricto. Cada vez que doscientas personas han depositado su voto en una urna, se cuentan los mismos a viva voz, en una tarima al frente de una multitud, mientras que otras tantas van votando.
Sólo pueden estar en la papeleta los miembros de la junta suprema, es decir los consejeros del mandamás, que más que aconsejar sirven de chivos expiatorios cuando algo va mal: Suele ser culpado quien haya durado más tiempo siendo el menos apoyado en las votaciones.
El mandamás nunca debe ser evaluado en una consulta popular. Ello es una falta de respeto a la patria, es una traición, y su castigo nunca tarda en llegar.

A medida que un líder va ganando poder, amplía su territorio demostrando su autoridad en cada lugar con votaciones. Nunca convoca a demasiada gente en demasiados lugares, sería tomado como un desafío al gobierno central.
Como en cualquier lugar el gobierno puede caer de diversas formas: por una rebelión abierta, por un complot interno, por la muerte del líder. En la mayoría de los casos un nuevo mandamás es nombrado por la junta suprema, que suele ceder ante quien tenga el control de un mayor territorio, ante quien haya logrado hacer convocatorias recurrentes en más lugares.

Dicen que el sistema lo impusieron naciones vecinas que, luego de una gran confrontación, decidieron que el territorio quedara como neutral. Hubo una intensión oculta pero compartida: que se formaran gobiernos débiles que pudieran ser fácilmente reconquistados cuando terminaran sus propios conflictos.
Esas dos naciones desaparecieron, implosionaron. Mientras que ésta se expandió sin haberlo planeado.


Capítulo 39

Donde se describe una nación de déspotas guiados por el azar

Mercenarios con sorteos (AP)

(índice)

Lo que primero viene a mi mente al pensar en esta nación es la imagen de cuando me eligieron como garante de la buena salud de unos secuestrados.
Recuerdo con claridad que la elección fue al azar entre varios diplomáticos extranjeros, recuerdo cómo los encargados lanzaron a suerte tal decisión sin preocupación alguna.
La base de todas sus estrategias es ser impredecibles.

Hasta ese entonces no habíamos tenido contacto con ninguna autoridad local, se hizo obvio que entre ellos gobernar no tiene ningún atractivo.
Es una nación errante, por siglos fueron nómadas, lo único que los asentó fue la formación de múltiples naciones alrededor. Quedaron confinados a un territorio áspero, improductivo, pero no por eso dejaron de ser errantes: Si bien ya no lo son en masa, como pueblo, lo siguen siendo como individuos. Desde jóvenes salen de sus casas de crianza para no volver, salen a (intentar) imponer sus leyes personales a donde van.

Casi todos son mercenarios.
Para protegerse entre sí y afrontar grandes trabajos suelen hacer pactos de honor pero no hay acuerdos sofisticados ni condiciones ni distribución de labores. Sólo pactan vengarse de quien traicione al grupo.
Los trabajos pequeños, que no requieren de todos al unísono, se los suelen repartir al azar entre los interesados y las recompensas a partes iguales. Son mercenarios más por tener desafíos variados que por el dinero y la única falla que son capaces de ver en uno de sus pares es la deslealtad. Algunas misiones son suicidas pero eso es lo de menos, entre ellos no aprecian la vida ajena ni la propia.
Incluso se suelen retar a duelo con armas maltrechas escogidas al azar, dependiendo así la victoria más de la suerte que de la habilidad.

Siempre están en guerra con las naciones vecinas. Realizan saqueos escogidos al azar pero planeados con esmero, no sólo para obtener la mayor cantidad de bienes posibles sino, sobre todo, para hacer la mayor demostración de fuerza, para realizar alguna proeza que trascienda.
El gobierno central es una necesidad molesta por eso también dejan su designación al azar. Nadie desea gastar energía en luchar en su propio territorio, un territorio que saben improductivo.

Coligaduras temporales (IM)

(índice)

No me di cuenta cuando llegué a la capital.
Creí que nos habíamos detenido en las afueras: Tal vez la ciudad está siendo asediada, fue lo que pensé. Pero no, en lugar de eso estaba en el centro de poder de la nación.

Allí no hay ciudades, sólo hay pueblos que a todas luces son temporales. Nadie planea quedarse en un lugar por más de unas pocas semanas; he llegado a pensar que tienen la creencia que ver las caras a la misma gente durante mucho tiempo es lo que genera conflictos, es lo que causa irritación y caldea los ánimos. Nunca llegué a concretar esa noción, tal vez ni siquiera ellos la tienen presente.
La capital de la nación no es un lugar establecido. La persona que asume el poder decide, casi siempre al azar, dónde será su centro de mando y todos los interesados le siguen. La anterior capital pasa a ser un pueblo fantasma que eventualmente revivirá.
Con todo y eso tiene una población grande, según mis averiguaciones, pero ello no se ve ni en pueblos ni en haciendas, se ve en los caminos.

El gobierno central es débil, nadie quiere asumir el control general: no encuentran emoción ni beneficios en ello. Su único rol permanente es prever invasiones extranjeras.
Sólo cuando es necesario reclutar un gran ejército para alcanzar un objetivo mayor (un trabajo importante) se asocian y toman las riendas del territorio. Pero siempre es temporal.
La asociación suele jerarquizarse al azar entre no más de una docena de personas que se hayan ganado el puesto, que sean temidas por los demás, pero al repartir asignaciones no valen ni méritos ni simpatías: se deja todo al simple azar, tal vez así evitan disputas vanas.

Tuve muy pocos contactos con quienes estaban al mando, cada quien estaba encargándose de sus asuntos. Cuando llegué a quedar en el camino de un líder local no fue un encuentro amigable, incluso temí por mi vida.
Si en esa nación no atacan a los extranjeros no es por miedo a represalias de sus naciones de origen o por cumplir algún tratado internacional, es por simple desinterés, tal vez por esperar a que surja algo de provecho que “se pueda hacer” con la visita. Todo depende del azar.
Por supuesto me fui de allí en cuanto pude.  


Índice

<= Microcratas