Son cinco las naciones donde impera un solo líder, único y absoluto, para cada tópico o tarea. Aquí los escritos con los aspectos más característico de cada cual.
(La numeración de los capítulos corresponde al orden cronológico de nuestro viaje)
Capitulo 07
Donde se describe una nación de monarcas tradicionalistas
Arribo monocéfalo
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El recibimiento en la nación de los monarcas sí que fue majestuoso. Generación tras generación han perfeccionado el arte de capturar la imaginación de propios y extraños, enorgulleciendo a unos e impresionando a otros.
Al llegar, ante todo, nos preguntaron quién estaba a cargo de la familia. Para ellos cada tarea, por banal que sea, debe tener un solo líder, único y absoluto.
La capital tiene siete colinas, distinguibles con facilidad desde el centro de la ciudad. Cada colina está coronada por un castillo, residencia de la respectiva casa real de cada uno de los siete ducados que conforman el reino. Cada ducado se extiende desde la capital hasta la periferia de la nación, como el brazo de una espiral.
El centro de la ciudad es un gran espacio descubierto. Lo llaman plaza de la concordia pero en realidad es el lugar histórico de las grandes masacres. Por demás no pertenece a ninguno de los ducados, está bajo administración directa del reino.
Su alteza tiene poder absoluto para gobernar y legislar, o delegar funciones a los duques en sus territorios. Cuando llegamos la Madre Reina tenía más de 30 años en el trono con relativa paz y tranquilidad.
Los monarcas gubernamentales, a la hora de tomar decisiones de estado, se consideran uno entre iguales, al menos simbólicamente. Se reúne en consejo, en una mesa redonda, junto a once caballeros o ministros. Los seis duques y cinco ministros más, de libre designación.
¿Libre designación?, pensé en aquel momento: Cada monarca ha de nombrar cinco vasallos fieles de su propio ducado. Nada más lejos de la realidad:
El rey hace sus nombramientos según las áreas que considere prioritarias, pero los liderazgos en dichas áreas ya están definidos por siglos de tradición.
Esas áreas no conocen de fronteras internas, son transversales a todo el reino, son monarquías paralelas a la monarquía gubernamental y, así como en ésta, varias familias conviven y compiten por la supremacía.
Traspaso de coronas
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Ser rey en sí mismo no es demasiado pretendido: son muchas más las obligaciones, con respecto a ser duque, que los beneficios que trae consigo. Los duques dirigen la política económica y social de sus ducados, dejándole la jefatura de estado al rey.
Por eso los seis duques del reino no disputan el trono al séptimo, aunque siempre estén dispuestos a ocuparlo: Nunca dejará de ser un honor representar al reino, dicen.
Al morir el rey, sólo puede heredar el trono aquel vástago que tenga el hijo(a) mayor, es decir, se sigue la línea sucesoria que lleva al nieto(a) mayor del rey. Si el rey no tuvo nietos en vida asumirá el duque que tenga el hijo(a) con más descendientes, sin importar sus edades.
Igual pasa con el ducado con respecto a los marqueses. Cada ducado tiene 17 marquesados y 53 condados (los marquesados son condados fronterizos, por ello se les da relevancia).
Por su parte, si un marqués o un conde no tiene nieto(a) en vida, la corona pasa al hermano(a) que más nietos tenga. Si ninguno tiene (lo cual ha ocurrido por generación, a lo sumo, en un condado), queda en manos del duque la designación, a menos que el rey decida que es un asunto primordial para la unidad del reino, y actúe en consecuencia. En todo caso dicha designación ha de recaer sobre un pariente con, al menos, tres nietos.
En lo privado aplican los mismos principios:
Los bienes de fortuna, cuantiosos o escasos, son heredados por el descendiente que haya dado el nieto(a) mayor. Si no hay nietos, las leyes y tradiciones en cada ramo establece los pasos a seguir. Pudiendo la monarquía gubernamental intervenir si avizora algún conflicto que comprometa al reino.
Un monarca puede abdicar siempre en favor de quien cumpla con el susodicho principio y con la venía del rey, o del consejo real de ser necesario.
Lo primordial siempre es mantener la estabilidad del reino. Todos los caminos siempre conducen al rey, a la (plaza de la) concordia.
De abuelos a nietos
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Antes de encontrarnos con la Reina Madre, nos asesoraron en protocolo y urbanidad. Aproveché para preguntar el tipo de educación que se daba por aquellas tierras:
La mayor parte de la formación entre monarcas se hace en casa.
Hay escuelas encargadas de la instrucción básica, técnica: leer y escribir, sumar y multiplicar; pero la moral, la ética y la filosofía corresponde a la familia, así como el desarrollo de las habilidades relacionadas con la vocación heredada.
En especial los abuelos se encargan de la educación de sus nietos (mientras los padres trabajan).
Es común que un monarca delegue muchas de sus funciones más trabajosas en el vástago que primero le hubiese dado un nieto(a) para así poder dedicarse a la formación de toda la progenie, conservando sólo las labores más significativas y ejemplarizantes.
Entre los abuelos de familias relacionadas se suelen formar consejos educativos habiendo, como siempre entre monarcas, un solo líder a cargo de cada asunto. Desde la gerencia general pedagógica del conjunto de la descendencia, hasta la supervisión de los diferentes tópicos, pasando por un encargado para cada infante en particular.
La línea de mando es clara y concisa.
Al llegar a la adultez se puede cambiar de profesión pero sólo renunciando a la mayor parte de la herencia.
De hecho se promueve el cambio y la generación de nuevos campos por medio del matrimonio entre miembros distintos ramos del saber, en especial cuando hay suficiente descendientes para continuar la tradición de los linajes involucrados.
Como curiosidad cuentan que alguna vez un sacerdote, aspirando a ser santo, insinuó que ya todas las profesiones estaban hechas por Dios, que el ideal era sólo heredarlas y perfeccionarlas.
Fue excomulgado.
Máximas absolutas
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La principal prerrogativa del jefe de Estado es la justicia.
Aunque hay muchas familias dedicadas a la abogacía, la última palabra siempre recae en el rey, pues él debe velar por el bien común.
La justicia debe ser más que una venganza legal y sistematizada. Ha de suponer la mejora continua de la sociedad. Cada decisión debe ser tal que haga deseable el cumplimiento universal y perpetuo de su máxima absoluta.
Debe ser tal que fortalezca la unidad del reino. Por ello el rey puede intervenir en cualquier decisión judicial que considere pertinente, sin necesidad de explicaciones.
Si bien el cargo de juez es hereditario, la tradición hace que la monarquía gubernamental deba intervenir con frecuencia.
Sólo puede heredar, y ejercer, el cargo quien tenga más de tres nietos en línea sucesoria. Si al fallecer un juez aún ninguno de sus hijos cumple tal condición, lo cual es usual, le corresponde al rey designar a un asistente tribunalicio que sí la cumpla.
Los hijos de un juez tienen gran influencia en éste, no sólo en su nombramiento (al decidir si darle nietos o no al aspirante a juez), sino durante toda su carrera: Para ser juez es necesario que los padres de al menos tres de sus nietos sean asistentes en algún tribunal.
Así, es posible que si un hijo no apoya una máxima de su padre-juez puede, por ejemplo, retirarse de los tribunales el tiempo necesario para que éste no puede ejercer más, o al menos para que cambie de opinión.
(Estas posturas son consideradas por el rey al hacer sus nombramientos.)
Cada juez es autoridad única en su distrito judicial, estando sobre él sólo la corte suprema y el rey mismo. Para ejercer sus funciones debe seleccionar asistentes entre los hijos, que ya tengan herederos adultos, de otros jueces. El número de asistentes depende del tamaño de la población de cada distrito.
La corte suprema está constituida por siete magistrados, uno por ducado. El cargo es heredado por el hijo que primero haya tenido tres nietos o, de no haber, por el juez de su ducado que más nietos tenga en ese momento.
Si el rey decide nombrar un ministro de justicia, será el magistrado de la corte suprema más joven (o menos anciano).
Leyendas y profecías
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Fuimos invitados a una gran celebración vernal.
En el camino me explicaron que estaría dirigida por un bardo, una persona encargada de mantener desde las crónicas y genealogías del reino hasta las tradiciones y costumbres en general.
Los bardos son grandes historiadores, filósofos y analistas políticos, aunque lo velan con un manto místico, con leyendas y profecías que atraen a las masas y se propagan con facilidad para luego ser de nuevo recopiladas, llenas de verdad.
Cada uno tiene su propio seminario, donde desarrolla su escuela, y cuya dirección hereda a su vástago más prolífico. Además suelen ser llamados como asesores, pero dichos cargos no son siquiera vitalicios.
La ceremonia a la que nos invitaron es la más importante del reino, la dirige el bardo elegido como consejero de estado por el monarca gobernante.
Empezó con un hermoso poema épico, conocido por todos, al que poco a poco el declamador le fue agregando pequeñas dosis de actualidad hasta que terminó dando sus más temerarias predicciones.
Manejó a la audiencia a placer, manteniéndola expectante, haciéndole interpretar verso por verso, cada quien según su consciencia, y vislumbrar sus implicaciones tanto en el devenir del reino en general como en los avatares de sus propias vidas privadas
Recuerdo que mis padres me hicieron notar cómo, al final de sus palabras, el bardo recalcó que lo más importante siempre será mantener la unidad del reino, que la buena voluntad debe imperar, que la providencia bendice a quienes hacen sacrificios personales por el bien colectivo.
Era una religión al servicio del estado, aunque no se le diera un nombre oficial.
Capitulo 14
Donde se describe una nación de monarcas con un sitema de gobierno federado
Dominio en la distancia
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El rey debía tomar una decisión, estaba perdiendo el control de los territorios ocupados por sus antepasados
Eran unos territorios extensos, con abundantes recursos, pero estaban a un océano de distancia y no tenían medios para aprovechar su potencial a plenitud.
Con todo y eso, al ocuparlos, su reino se convirtió en el predominante de siete que convivían entrelazados. Fue tal su dominio que con el tiempo (y alianzas y guerras) su casa real se impuso a sus pares, degradando a los demás reinos en ducados y uniéndolos bajo un solo mando.
Mientras tanto, en la medida que fue creciendo la población de los territorios ocupados, aumentaron los conflictos básicos, la necesidad de tomar decisiones inmediatas, urgentes. Los nativos adquirieron poco a poco, de manera natural, la autonomía para solucionar sus problemas sin esperar (ni implorar) a que un poder lejano decidiera.
El consejero más apreciado por el rey insistía en la necesidad de que la monarquía en pleno se estableciera en esos territorios que, si bien lejanos, eran mucho más provechosos; o tal vez que dividiera el territorio en tres y designara gobernantes de la casa real.
El consejero, conociendo la soberbia de su amo, le decía que si nombraba como reyes a esos hipotéticos gobernantes, él sería emperador.
Pero el rey no se decidió a tanto, pasaron los años y lo más que hizo fue formar tres virreinatos, grandes como para defenderse de terceros pero timoratos como para no rebelarse. Nombró a los virreyes y creó títulos nobiliarios locales con la esperanza de que ello hiciera sentir a sus habitantes parte del reino.
Funcionó por momentos, mientras hubo prosperidad. Ante una subida en impuestos los virreinatos exigieron más poder: o más autonomía o una representación en el consejo, en la mesa redonda.
El rey, desde la distancia, tuvo que crear tres cortes de nobles, una para cada cual, con la potestad de legislar y controlar a los virreyes nombrados por él.
Nunca imaginó que décadas después la mayor parte de su casa real viviría en esos virreinatos y que en el seno de su reino se desataría una guerra sucesoria.
Los símbolos de unidad
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Un buen monarca, ante todo, ha de ser símbolo de unidad. Ya sea de un reino o de un gremio o de su familia.
Para tal fin debe ser preparado desde la infancia o incluso desde antes, desde que sus padres planean su nacimiento (el lugar del mismo y la época del año), quiénes le apadrinarán y el nombre que ha de llevar.
Todo ello influye en la creación de ese símbolo de unidad.
Por ejemplo, durante nuestra estancia en la nación virreinal el principal asunto discutido entre los miembros de la monarquía estatal fue la realización de múltiples comicios pendientes, la mayoría de cargos menores, siendo el único destacable el de la cancillería.
Debían decidir cuál era el enfoque ideal para el momento y, con ello, quién sería el nuevo canciller, cuál de las familias correspondientes se desempeñaría mejor.
Hay casas monárquicas dedicadas a ofrecer los diferentes servicios del estado. Así como las gubernamentales y las estatales (o nobles), están las correspondientes a las relaciones exteriores, cuyo cargo principal representa de manera conjunta a los tres virreinatos por periodos de diez años, revisables.
El cargo se va turnando entre los virreinatos. Los nobles de aquel que le toque el turno nominan cinco candidatos y las tres cortes en conjunto eligen al canciller por mayoría consolidada, de dos tercios.
Si no hay acuerdo, el virreinato que hace la nominación puede retirar uno de los candidatos y las otras dos cortes vuelven a votar. Si ningún candidato recibe dos tercios de los votos, sale el candidato menos votado y todos los nobles, de nuevo, votan en conjunto pero en esta ocasión apoyando a dos de los tres candidatos restantes en cada voto.
Queda electo quien reciba más apoyos.
El monarca canciller, al igual que cualquier otro jerarca, debe representar los intereses del conjunto virreinal.
Por sobre todo se evalúa su capacidad de ser símbolo de unidad. Si pierde la confianza de uno solo de los virreinatos deberá dejar el cargo.
Más vale abdicar que (parecer) perder la confianza de las cortes, más vale admitir que no se comparte la visión del conjunto y hacerse a un lado por el bien general hasta que se alineen los intereses compartidos con las habilidades y experticia propia.
Una injerencia fraternal
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Cuando estábamos por irnos surgió una crisis.
La rama de la casa real que mantenía el poder en uno de los virreinatos estaba siendo cuestionada por una de las cortes hermanas.
Si bien cada virreinato es autónomo en sus asuntos, para mantenerse coligados, la elección de los tres virreyes se hace en conjunto: Las cortes generales de un virreinato dado postula cinco candidatos y entre las tres cortes eligen al adecuado con dos tercios de los votos, siguiendo un procedimiento análogo al de la elección de funcionarios del estado conjunto (como el canciller).
La pérdida de la confianza de una de las tres cortes supone la revocación del mandato, e incluso la simple insinuación de tal posibilidad suele provocar la renuncia del virrey. El descrédito de una remoción perdura por generaciones.
Ese escenario era el anhelado por el conjunto de nobles que produjeron la crisis: sólo querían alcanzar la minoría base necesaria (de un quinto de los votos) para convocar una votación de censura y así provocar la renuncia del virrey, pero no lo lograron. Muchos de ellos no cumplían los requisitos para poseer sus títulos, esperaban que el golpe mediático fuese tan rápido y certero que la ilegitimidad de sus títulos pasara desapercibida.
Los títulos nobiliarios se obtienen por asignación, de la corte general del virreinato, o por herencia. Para heredarlo se debe recibir el visto bueno de la familia, de sus miembros consanguíneos con hijos. En el seno de cada familia se elige a un monarca, o jefe de familia, de entre los tres con más hijos y nietos.
La elección debe ser por unanimidad, de lo contrario las familias cercanas, por enlace conyugal (y con títulos nobiliarios), tienen derecho a la injerencia amistosa.
No hay un poder central modelando a la nobleza, sólo en ocasiones las cortes generales crean nuevos títulos pero el desarrollo posterior del mismo dependerá de los nobles locales con que se emparente.
Sólo un ajuste superior
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Un nuevo esquema impositivo conjunto entre los virreinatos, un esquema más adaptado a la política monetaria del momento. Ese fue el detonante de una crisis de confianza provocada por un conjunto de nobles del ducado más afectado.
Los duques se encargan de los asuntos económicos, junto a las casas solariegas que elijan. Ha sido así desde la antigüedad, en todas las naciones de monarcas: La máxima absoluta es crear contrapesos de poder, crear entidades tan autónomas que no quieran coligarse con sus pares. Autónomas pero débiles, incapaces de rebelarse al poder central.
En especial el diseño y recaudación de impuestos crea grandes fricciones entre ducados, incluso cuando existen las mejores intenciones y amplios beneficios mutuos.
Justo cómo parecía que ocurría en aquel momento ante los ajustes monetarios que no podían controlar sin unirse.
Las políticas monetarias, por su parte, son un asunto de estado. En todas las naciones de monarcas lo manejan instituciones autónomas denominadas directorios.
Cada directorio está constituido por once miembros vitalicios, lo que garantiza continuidad en las decisiones ante cambios de mandatarios. El único poder del rey (o virrey en este caso) es designarlos de entre los recomendados por acuerdo de los ducados.
Cabría suponer que los duques suelen dominar la escena, pues sólo requieren llegar a una leve unidad, pero no es así por lo general. Aunque cuando lo logran producen grandes cambios, como la separación de los virreinatos de la antigua metrópoli.
Concertar las políticas monetarias en esta nación en particular es complejo al ser tres estados coligados, cada cual con su propia moneda.
Para ello existe un directorio conjunto donde participan los once miembros de cada virreinato. 31 de ellos votan las decisiones, los otros dos pasan a ser presidente primero y segundo, son nombrados al azar de virreinatos diferentes. Los presidentes no tienen voto pero se encargan de dirigir los debates, el primero como accionante y el segundo como censor (el segundo puede vetar decisiones del primero pero después de hacer un veto debe esperar, al menos, tres decisiones para hacer el siguiente).
Después de que el directorio conjunto logra concertar un programa es muy difícil detenerlo. Así lo comprobó el antedicho conjunto de nobles rebeldes.
Capítulo 24
Donde se describe una nación de monarcas con elecciones esporádicas
¿Tradición o idoneidad?
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Apenas llegamos a esa nueva nación tuve la revelación. Me resultó obvio de inmediato cuál era el principal dilema político entre monarcas: Seguir o no a quien la tradición impone.
Ese dilema se hizo patente porque allí hay votaciones populares para elegir diputados a un parlamento. Las votaciones son esporádicas pero la disputa política es permanente, en especial cuando ese parlamento debe elegir alguien que se encargue de asuntos específicos que requieren algún nivel de especialización. Allí es cuando surge una duda pública y notoria: ¿Se debe encargar la persona que dicta la tradición o la persona más preparada?
La tradición es más compatible con la vida íntima, donde cada familia elige como su monarca a quien garantice la mejor ruta sucesoria, y lo elige por unanimidad para evitar la “injerencia fraterna”. No se toma en cuenta la pericia ni las capacidades de los posibles herederos, sólo cuenta el derecho de sucesión y la fiabilidad.
No así cuando se trata de asignar cargos públicos y proyectos, cuando se trata de elegir entre los jefes de familia de varias casas solariegas dedicas a actividades específicas, como la abogacía o la política o la ingeniería por ejemplo, en cuyo caso se puede preferir a la persona más competente para finalizar el trabajo.
Por eso se pueden distinguir dos grupos con tendencias políticas contrapuestas: Conservadores que siempre apoyan al candidato con mayor descendencia, a quien tiene más hijos o el nieto de mayor edad; Liberales que intentan apoyar a aquel más preparado, en el área a considerar bajo las condiciones dadas, lo cual a pesar de parecer más sensato y atractivo ha sido lo menos favorecido a lo largo de la historia: Hay demasiadas opiniones y, a la hora de la verdad, los votos se dispersan.
Por momentos pensé que estos dos grupos eran producto del sistema político, que sólo se daban en esta nación, o en cualquier otra con algún tipo de elección popular de cargos públicos, al haber tanto poder cedido en juego y la respectiva competencia desleal, pero tales posturas van mucho más allá. Son posturas genuinas, presentes en toda clase de persona, incluso entre quienes no tienen interés alguno por la política.
Fue escalofriante entrever que esa competitividad, que aquí se canaliza por medio de votaciones ocasionales, en otras naciones más tradicionalistas sólo fluye por medios menos civilizados, como magnicidios.
Una proyección vitalicia
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Fuimos a conocer a la personalidad de moda.
No sólo era la cara visible de una de las familias más poderosas de la nación sino que además era la figura política más influyente y respetada entre la población en general, aun siendo relativamente joven.
Una muestra de su influencia estuvo en una elección parlamentaria al otro lado del reino, en un marquesado donde pudo imponer un candidato desconocido a pesar de nunca haber visitado la localidad.
En esa nación hay un parlamento bicameral. Con una cámara alta cuyos miembros son nombrados por el rey entre los duques, marqueses y condes; y con una cámara baja electa por los padres de familia (con al menos un descendiente de más de siete años) de entre los miembros de las casas gubernamentales con esa misma condición.
Allí las votaciones son esporádicas pues los cargos son vitalicios, pudiendo pasar décadas entre dos eventos a menos que haya una destitución por el parlamento o una renuncia, necesaria para competir por otro cargo. Por eso mismo se eligen dos parlamentarios por circunscripción electoral y además es usual, sobre todo en las grandes urbes, que se tiende a elegir entre los candidatos de mayor edad, no para que mantengan la tradición sino para que aumente la frecuencia de las votaciones.
Su carrera política formal comenzó cuando ganó, con facilidad, los primeros comicios en que participó, que se convocaron ante el fallecimiento del conde local. No fue necesario hacer alianzas ni siquiera una gran campaña.
De hecho, ganó en la primera ronda, algo muy inusual. Por lo general, para las elecciones populares tanto de gobernantes como de parlamentarios (de la cámara baja), se realizan varias rondas que suelen demorar meses y en ocasiones años ya que el candidato ganador debe recibir el apoyo de más de la mitad de los votantes registrados.
La circunscripción se puede quedar sin representación en el parlamento o sin un gobierno efectivo hasta que un candidato no alcance el apoyo necesario, repitiéndose una y otra vez las votaciones y saliendo de la lista los candidatos con menos del 5% de los votos totales.
Por lo general surgen alianzas pero el voto no es obligatorio así que deben ser creíbles para motivar a los electores.
Por eso fue tan significativa dicha votación parlamentaria, no sólo porque terminó mucho más rápido de lo esperado y sin grandes pactos, sino porque quien promovía al candidato ganador estaba en el escalafón más bajo de la carrera gubernamental al otro lado del reino.
Se podía prever con facilidad que apenas llegara la oportunidad se convertiría en Duquesa y luego en Reina.
Las soluciones solariegas
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Una bonita pareja decidida a hacer una vida juntos.
Los dos pertenecían a importantes familias pero de ámbitos marcadamente diferentes. No hubo conflictos pues ambas tenían varias opciones sucesorias. Lo que sí hubo fue una gran expectación: Estaba por verse cuál familia absorbería al miembro de la otra o si se formaría una nueva rama productiva.
En toda nación de monarcas hay múltiples casas solariegas para cada oficio o profesión que compiten por desarrollar e implementar las mejores soluciones para los problemas estructurales y/o cotidianos. En cada caso hay tradiciones que determinan quién se encarga de dirigir las relaciones internas entre las familias de un mismo sector.
Esas tradiciones varían ligeramente de una nación a otra. Por ejemplo en ésta se dan elecciones, donde sólo votan quienes son sostén de familia, no sólo para determinar la dirigencia, sino para asignar a la persona idónea para cada proyecto. Lo que no varía en absoluto es el aislamiento entre dichos grupos de casas solariegas: Hay grandes barreras para los individuos que quieran cambiar de oficio o profesión, la forma más aceptada es por medio de un contrato matrimonial que potencie sus capacidades en el sector deseado.
Lo ideal (para la sociedad) sería que esta bonita pareja lograra formar una nueva rama combinando los saberes de ambas familias, ello siempre implica un avance general. Pero, de hacerlo, tendrían que ser prolíficos tanto en los negocios como en la descendencia. Es la única manera de que consigan financiamiento de sus familias pues al separarse de éstas pierden sus derechos solariegos, tanto para votar como para recibir herencia.
Lo más común es que una de la partes se una a la familia de la otra, en cuyo caso sólo esa parte perderá sus derechos, será un miembro de segunda clase en su familia adoptiva. Pero ello es un sacrificio mínimo si se tienen convicciones reales.
Sólo el tiempo puede decir qué fue primero: el deseo de cambiar de oficio o el amor de pareja. Sólo el tiempo puede mostrar qué los mantiene unidos, o qué los separa.
Capítulo 36
Donde se describe una nación de monarcas con poder limitado
Siete atribuciones Reales
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El rey había heredado el trono hace más de tres años pero recién ahora se empezaba a ver la opinión de la población sobre su mandato.
En ese reino los súbditos evalúan a su rey de manera constante pero parcial. Desde la antigüedad a los monarcas gobernantes se les ha asignado siete (posibles) atribuciones: Administración de justicia, representación exterior, comandancia de los ejércitos, mediación en conflictos internos, evaluación de presupuestos generales, asignación de cargos de estado y de gobierno y evaluación de leyes orgánicas y simples.
Dependiendo del porcentaje de apoyo en cada área tendrá mayor o menor capacidad de acción: pudiendo desde declarar la guerra de manera unilateral hasta necesitar de la aprobación del cuerpo legislativo incluso para responder a ataques abiertos; o pudiendo desde censurar de forma permanente leyes superiores (aprobadas por dos tercios del legislativo) hasta sólo poder hacer observaciones a las más simples.
Por lo general la atribución más respaldada es la administración de justicia.
Las votaciones más variables se dan en torno a las atribuciones legislativas: Al inicio del mandato de un monarca la sociedad suele permitir cierto ajuste, suele permitir que el mandatario nombre nuevos consejeros Reales y que cree el marco para las políticas públicas de su mandato.
Esta atribución se ejerce a través de un consejo Real que sirve como cámara alta legislativa. El consejo es permanente, cuando tal atribución no recibe votos de confianza, queda relegada a funciones simbólicas y sus miembros son nombrados por dos tercios de la Asamblea de Representantes.
Los cargos son vitalicios, el monarca no puede remover a ninguno de los lores, pero si puede (por lo general) nombrar sustituto cuando una plaza queda libre y (de tener la máxima aprobación) aumentar el número de curules. La gran mayoría de las veces el consejo se alinea con su rey.
La opinión de la población sobre su rey se va ajustando en la medida que se evalúa a los representantes legislativos pues la misma se emite a través de dichos funcionarios.
El cargo de cada diputado de la cámara baja es vitalicio y hereditario pero su poder varía cada siete años según el número de súbditos que le den su apoyo pues en el seno de la cámara se cuenta el número de súbditos representados a favor de una decisión (y no el número de representantes), con lo que cada decisión es un plebiscito en segundo grado.
Antes de iniciar la campaña para dichas votaciones cada legislador compromete su voto sobre las atribuciones Reales. Cada cual tiene 17 apoyos que debe distribuir entre las siete atribuciones, por lo que hay muchas combinaciones y más aún al considerar las distintas políticas públicas relacionadas y la posibilidad de votar en blanco.
Con cada votación legislativa se remplaza la distribución de votos (en magnitud y sentido) y se fijan las nuevas competencias Reales.
Oportunidad tangencial
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Al llegar a este reino vi de inmediato una gran cantidad de extranjeros haciendo trámites migratorios en una oficina especializada.
No había visto algo así en ninguna de las otras naciones de monarcas. Pensé que podía ser por la época del año, por alguna celebración, pero eso quedó descartado de inmediato: La mayoría estaba buscando quedarse de manera permanente.
Si bien no es el reino más grande sí que es el más próspero, el que tiene mayor movilidad social, pero pronto entendí que su mayor atractivo no es por un simple asunto económico, es algo más social, más sicológico.
Lo logré entrever cuando conocí a un cabildero, o lo más cercano a ese oficio que se puede ver en estas naciones. Se dedicaba a hacer gestiones y negociaciones con cierta maña para ganar la voluntad de los poderosos y acoplar intereses, sobre todo en la asamblea de representantes. Ese era su oficio aunque no era de una familia relacionada a la política.
Había migrado en búsqueda de una oportunidad y se abrió paso en dicho mundo gracias a las continuas votaciones que se realizan allí, votaciones que permiten presionar a los políticos de todos los niveles, que permiten prometer grandeza basada en buenas relaciones y contactos.
Sabía cómo hacer que sus aliados ganaran poder de voto en la Asamblea de Representantes, sabía conseguir los fondos y la información crucial para cualquier campaña.
Tal práctica llamó mi atención pero no me impresionó (al fin y al cabo era política, tal vez se daba en las otras naciones y no me di cuenta), no me impresionó, digo, hasta que me enteré de múltiples casos de individuos haciendo «gestiones» en las instancias de decisión de diversos sectores económicos y sociales, pues en todos los grupos solariegos de este reino hay votaciones frecuentes, donde se pueden mover influencias.
Lo que más me atrajo, y llevó a buscar más casos similares, es que quienes hacen dichas gestiones tienen que demostrar un alto nivel de preparación en el oficio o profesión relacionado, lo cual no es poca cosa si se considera que no pertenecen a familias que afiancen dicha preparación y que allanen el camino para perfeccionarse.
En otras palabras, quedó claro para mí que en esa nación cualquier individuo puede desarrollar una carrera, al menos de forma tangencial, en cualquier área sin necesidad de un linaje. Lo pueden hacer a base de pasión y fortaleza.
Es una tierra de oportunidades.
La distribución de votos
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Vale empezar aclarando que allí no hay elecciones.
Sólo hay votaciones que distribuyen el poder entre quienes son miembros del parlamento por derecho nobiliario, vitalicio y heredable.
Los circuitos de votación son autónomos y cada uno tiene aproximadamente el mismo tamaño en votantes tanto activos como registrados.
El comité electoral local puede convocar a los interesados cuando lo establece la ley sin necesidad de esperar la actuación de ningún otro órgano. Ya sea: al cumplirse siete años de la última votación; o cuando más del 20% de los participantes locales hayan retirado su apoyo a los representantes; o cuando más del 90% de los demás circuitos hayan votado (si por dos semanas ningún otro ha hecho la convocatoria propia). Con lo que la variación política natural se va dando con lentitud, de manera predecible y discreta.
Cada uno de los votantes está representado en la asamblea.
Cada parlamentario tiene un poder de voto legislativo igual al número de apoyos que recibió en la votación, con lo que el poder de voto total es igual al número de votantes activos menos los votos nulos o en blanco.
Para que un acuerdo o ley sea aprobado debe contar con más de la mitad del poder de voto de la asamblea, con lo que cada decisión es un plebiscito de segundo grado. Todos los parlamentarios tienen derecho a usar los votos que representan pero sólo tienen derecho de palabra en el pleno los tres que más votos obtuvieron en cada circuito.
Los representantes revalidan sus actuaciones cada siete años, pudiendo aumentar o disminuir su poder de voto legislativo. Sus campañas se suelen basar en la postura que comprometen sobre las atribuciones del rey, en torno a ello giran todas las políticas públicas que proponen.
En la antigüedad los súbditos votaban cada once años por cuáles debían ser las atribuciones del monarca gobernante, podían apoyar desde una sola hasta las siete al unísono, dando resultados bastante ilustrativos sobre la voluntad de la población al llegar a haber opciones cuatro o cinco veces más votadas que otras.
Para evitar cambios bruscos en el equilibrio de poder decidieron que dicha votación se haría junto a la de los representantes y con el tiempo se simplificó el voto como unidad (sólo se tiene que escoger a uno de los representantes y estos votan dichas atribuciones) pero las candidaturas presentadas se hicieron más variadas y complejas al darle a cada cual la oportunidad de diferenciar sus posturas con 17 apoyos a repartir entre los siete atributos.
Las atribuciones Reales sólo se pueden ajustar cuando una variación dada se ha ratificado por más de tres años consecutivos. En ocasiones pasan décadas sin que haya modificaciones, a pesar de los cambios de monarca.
La ley que detalla dichos cambios sólo puede ser modificada por una gran mayoría de los votos representados (de cuatro quintos) y su aplicación no puede darse antes de un decenio.
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Índice
- Cap07. De donde impera el mando único
- Cap14. De donde impera el mando único federado
- Cap24. De donde impera el mando único electivo
- Cap36. De donde impera el mando único variable
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